No sé si ser celiaca aumenta los antojos o uno nace así, bueno para pensar en comida, pero un día que tenía mucho que hacer, pasé por fuera de un simbólico restaurante chileno conocido por la excelente calidad de sus hamburguesas. El aroma me golpeó y como sentía hambre pensé en pedir una sin pan.
Ingenua yo, la que creyó que sería fácil sentarme a disfrutar de magno capricho, pero la realidad de mi enfermedad me dio un portazo en la cara. Le pregunté al joven que me atendió si podía pedir una “hamburguesa al plato”, pues sabía que en otros locales existía esa opción, me miró algo contrariado y me dice que debe preguntar. Llega el administrador a hablar conmigo a preguntarme el por qué de mi petición y cómo les debe pasar a muchos de ustedes, tuve que entrar en el monólogo celiaco por millonésima vez en mi vida.
Me mira con tal desdén y me dice: “servirle una hamburguesa sin pan daña nuestra imagen como restaurante, va en contra de nuestras políticas, si quiere le traigo una pero usted le saca el pan”. Sólo diré que dentro de mi furia primó la educación dada por mis padres, pero no concebía cómo podía yo dañar su imagen como restaurante por mi petición. Y el tipo prosiguió: “si usted tiene una fe o un estilo de vida que no es apta para consumir pan, no puedo ayudarla, mire el menú y vea qué otras opciones se acomodan a sus creencias”.
La segregación y la ignorancia por separado ya resultan alarmantes, juntas son un peligro real, y pienso que cómo es posible que no exista interés por parte de los propietarios de informarse.
Blog Vivir como Celíaca.
El tipo confundió la Enfermedad Celiaca con una religión, un estilo o filosofía de vida, casi al nivel de una secta. Créanme que la furia se disipó y terminé riéndome discretamente. Siendo que le expliqué brevemente de qué se trataba el asunto, pero después de su última frase, me di cuenta que iba a perder mi tiempo con rebatirle y no es mi obligación tratar de informarlo más. Me remití a pedir el libro de quejas y dejar una larga apreciación sobre el trato al cliente, y después de eso no volví a entrar en años.
La tentación ataca de nuevo
Pasó el tiempo y volví a sentir esas ganas de “hamburguesas selectas”, y recordé un restaurante que llevaba poco de inaugurado pero que prometía, pues tenía dentro de su carta, platos para veganos. Fui y pedí la hamburguesa al plato, pero antes le pregunté al mozo si existía la posibilidad que tuviera gluten la carne; él muy amablemente me dice que preguntará en la cocina y retorna asegurándome que no, que no tenía una pizca de aquello. Ordené mi plato y esperé.
No negaré que lo que probé de ella era riquísimo, pero a los minutos siento el dolor característico de una crisis, y me doy cuenta de que la carne había sido mezclada con una base para hamburguesas, de esas en polvo para mejorar el sabor. Y queridos lectores, les informo que esos aderezos son una bomba mortal de gluten y pagué bastante caro el capricho gastronómico.
No me indigné con nadie, porque me di cuenta de la realidad de los restaurantes en mi país y creo que en el mundo. Existe una ignorancia total sobre el tema celiaco, una ignorancia peligrosa, pues si bien lo nuestro no es mortal, existen personas que tienen alergias alimentarias severas y una información errada puede terminar muy mal.
Entonces me preocupé, pensé en el peligro solapado para muchos, y hasta hoy me sigue causando angustia.
El tipo confundió la Enfermedad Celiaca con una religión, un estilo o filosofía de vida, casi al nivel de una secta. Créanme que la furia se disipó y terminé riéndome discretamente.
Vivir como Celíaca.
Preocupación por el consumidor
Nadie pide que sean expertos en el área, ni menos que existan restaurantes sólo para celiacos, alérgicos o diabéticos, no. Ya existe suficiente segregación para nosotros y otros enfermos crónicos, sino que mis demandas van encausadas a que los dueños de restaurantes, deberían informarse y estudiar sobre estos temas, además de educar a su personal.
La segregación y la ignorancia por separado ya resultan alarmantes, juntas son un peligro real, y pienso que cómo es posible que no exista interés por parte de los propietarios de informarse, por último para ahorrarse problemas, pues en mi caso, por un lado me dieron información errónea, inclusive pudo ser hasta una mentira pues no sabían qué decirme, mientras que por otro, me dijeron que me largara, pero de manera docta, pues se mezclaron ambos ingredientes, “el no saber y el no querer saber”.
Un celiaco o una persona con problemas alimentarios, no debería tener que sufrir este tipo de malos ratos, ni muchos menos tener que lanzar una moneda a la hora de salir a comer, ya tenemos bastante con el día a día. Si el ámbito gastronómico se instruyera, podríamos comer de forma segura y en cualquier parte con familias y amigos, no en lugares diseñados sólo para “nosotros”.
Espero de corazón que mis malos ratos y desventuras, ayuden al propósito de guiarlos y que no se sientan solos, pues estamos en una sociedad que segrega y aliena por ignorancia. Por mientras, espero que algún restaurante rompa la maldición que ha caído sobre las hamburguesas.